La capacidad de autocontrolarse, la utilización del lenguaje y el correcto desarrollo de la lateralidad son los tres pilares básicos a los que han de atender los padres para detectar las posibles dificultades en el aprendizaje a las que pueden enfrentarse los niños en los inicios de su etapa escolar. Para la psicoterapeuta y pedagoga Esperanza González es vital vigilar estos indicadores del desarrollo intelectual de los niños desde etapas muy tempranas para anticipar algunos problemas que pueden surgir, y también saber cómo dirigir y fomentar mecanismos que ayudarán a que las capacidades futuras de aprendizaje del niño sean máximas.
Esperanza González expuso estas tesis durante la charla dirigida a padres organizada por el AMPA del Colegio Público Fuenfresca, de Teruel, en colaboración con FAPAR. Ante unas 25 personas, González habló de esos indicadores y de aquellos de los que depende el éxito académico de los jóvenes, así como de lo que padres y tutores legales pueden hacer para que el proceso de aprendizaje sea natural y no traumático para el estudiante. No es posible encontrar fórmulas mágicas, pero tiene importancia recordar algunas cosas que, por muy repetidas que sean algunas de ellas, no se cumplen siempre en casa.
Inhibición y control
Como primer pilar la pedagoga puso énfasis en lo que denominó “inhibición y control”, entendiendo por tal la capacidad que debe tener el niño para parar una acción y contenerse ante el deseo. “Actualmente la sociedad no educa para esto”, explicó González. “Todo se queda obsoleto enseguida, todo ha de ir rápido y quien se detiene se queda anticuado”. Frente a esta tónica, la pedagoga defiende que debemos enseñar al niño a pararse, a ser capaz de interrumpir la actividad física y sosegarse, ya que eso potencia la maduración intelectual y emotiva. “Saber estar parado no significa ser pasivo o no actuar. Significa saber actuar de forma reflexiva y acertada”, aseveró González.
Para educar el control de sí mismo Esperanza González recomendó actividades de contención, como jugar a las estatuas, al pajarito inglés, a la mesa o a hacer puzzles. Según la pedagoga, “hay que insistir en las normas de educación que enseñan a esperar y contenerse, como no levantarse de la mesa antes de terminar de comer, dejar hablar a los adultos o guardar silencio en la sala de espera del médico”. “No son normas anticuadas, son pautas que ayudan al niño a ser reflexivo”.
En este ámbito Esperanza González también habló de las pantallas y los ordenadores. Aunque reconoce que los niños de hoy en día son nativos digitales y necesitarán saber usar estos aparatos, “un niño no es más listo por usar mejor o antes una tablet”. Como norma general, González desaconsejó más de dos horas diarias de pantalla, incluyendo televisión, ordenadores, tablet o móvil.
El lenguaje
El segundo pilar a tener en cuenta por los padres que mencionó la psicopedagoga es el lenguaje. Aunque no solo son capaces de aprender los niños que hablan y oyen, enfrentarse al aprendizaje sin tener bien estructurada la capacidad del lenguaje es difícil y lo hace mucho más duro. La comunicación con el niño, que suele iniciarse en torno a los dos años (lo que existe antes es un proceso de imitación y protolenguaje, que también es positivo fomentar), se potencia obviamente hablando con ellos. “Pero para que haya comunicación tiene que haber mirada y atención. No vale preguntarle qué ha hecho en el cole mientras estamos con el móvil o haciendo otra cosa”. Además son muy positivos los juegos relacionados con el lenguaje, como leer cuentos, hacer trabalenguas o utilizar el lenguaje para situar al niño en su contexto (decir dónde está, el mes del año, la estación, el día, los lugares que visita, los familiares que conoce…)
La lateralidad
Algo menos conocido pero también de vital importancia para el futuro aprendizaje del niño es el tercer pilar, el desarrollo de la lateralidad. Esperanza González la define como “un proceso no biológico en el que un hemisferio cerebral ejerce como dominante, estando aparejado el lado contrario de las extremidades”. La lateralización del niño suele darse a los seis años, aunque puede variar mucho. Aunque vivimos en un mundo de diestros, los zurdos se adaptan sin problemas a los instrumentos diseñados para usarse con la mano derecha. Pero es importante que la lateralización, sea cual sea, sea correcta y completa, porque la capacidad de orientación que de ella depende, primero en el plano vertical y luego en el plano perpendicular, es vital para la comprensión lectora y en otros ámbitos útiles de la vida.
A partir de los seis años hay síntomas que pueden ayudarnos a detectar si existe algún problema con la lateralidad del niño o algún tipo de dislexia que en el futuro dificultará el aprendizaje. La escritura en espejo (escribir las letras mal orientadas) o confundir “le” con “el” son alguno de ellos. Existe un juego que también puede ayudarnos a detectar que algo no va bien a este respecto: debemos ofrecer al niño el canuto de un rollo de papel (hacia el centro de su cuerpo, para no determinar con qué mano lo coje) y decirle que mire a través del catalejo como si fuera un pirata. Si el niño coge el canuto con una mano (da igual la que sea) y se lo hecha al ojo contrario, puede tener cierta lateralidad cruzada. También hay que fijarse hacia donde se realiza el giro cuando el niño dibuja las letras, sobre todo las minúsculas. Lo correcto es hacerlo en el sentido contrario de las agujas del reloj.
Fomentar una lateralidad correcta pasa en primer lugar por trabajar la pinza, el uso del dedo prensil. Las actividades que se realicen con el dedo gordo, como ensartar macarrones, pegar, pinchar o rasgar papel serán muy positivas. También hay que trabajar los nudos, las lazadas y los botones. El velcro es muy útil y rápido, y en todos los colegios lo recomiendan para no perder tiempo atando cordones, pero conviene que el niño tenga al menos unas zapatillas de cordones para jugar y practicar.
Además, hay que fomentar el aprendizaje de los términos de localización y orientación, y que el niño juegue con palabras como “enfrente”, “detrás”, “izquierda”, etc, poniendo cuidado en no confundir al niño, ya que un menor de seis años no distingue entre su izquierda y la derecha de alguien que está enfrente suyo.
Esperanza González explicó que los puzzles fomentan la correcta lateralización, aunque no recomendó este tipo de juegos en el ordenador o la tablet, ya que su modo de operar, arrastrando un solo dedo por la pantalla, no es aconsejable.
Éxito académico
Para cerrar la charla, Esperanza González habló a los asistentes de los factores de que depende el éxito académico del estudiante, y que se resumen en el propio sujeto, en la familia, en los docentes y en el sistema educativo. Puso especial énfasis en el factor “familia”, ya que es aquel en el que más directamente podemos influir.
En este sentido, la pedagoga recordó algunas cosas que son conocidas, pero que acostumbran a olvidarse en ocasiones. Así, insistió en el valor del esfuerzo. “Un niño puede tener más capacidad innata que otro, pero el 80% del éxito depende del esfuerzo, así que motivarlo y dirigirlo por nosotros es vital”, explicó. “Debemos inculcar que es importante esforzarse, y desde muy niños deben llevar la cartera, recoger los juguetes, vestirse… debemos enseñarle a estar orgullosos de acabar una tarea que les ha requerido esfuerzo”.
También es importante en la faceta estimuladora que el niño vea a sus padres leyendo habitualmente. En este sentido, relajarse unos minutos y leer un libro o un periódico cerca del niño es una actividad muy positiva para ambos. Además el escolar debe detectar la implicación de los padres, que éstos tengan interés en los contenidos explicados en el colegio y que lo acompañan con actividades de ocio relacionadas. “Si en el cole se está estudiando el invierno, podemos hacer una excursión para ver la nieve”, explicó la psicopedagoga. Pero la disponibilidad de los padres no debe ser absoluta ni esclavizante; hay que evitar hacer sistemáticamente los deberes a un niño, o que con once años nos exija llevarle y traerle al colegio siempre.
Es importante dar espacio al ocio y no sobresaturar al niño con actividades extraescolares, ni sobrevalorarlo y pretender que aprenda más de lo que le corresponde, porque la decepción que luego puede ocasionarse en niños y padres puede ser devastadora. Y no olvidarse que aprender no solo consiste en adquirir conocimientos, sino también en conocer y gestionar las emociones, como la felicidad, el dolor o la frustración. Para esto es muy positivo trabajar la empatía; enseñar al niño a ponerse en el pellejo de los demás, a través de personajes de cuentos o de teatro, y jugar al cambio de papeles.
González habló también del sistema educativo y los colegios en España, conceptos sobre los que versaron buena parte de las preguntas que se generaron tras la charla. A este respecto, la psicopedagoga insistió en la importancia de no desautorizar nunca a un colegio o un profesor delante del niño, ya que si este detecta que no confían en el docente, se desmotivará completamente. “Si hay alguna queja se acude a Inspección y se plantea, pero jamás se manifiesta delante del niño.
La psicopedagoga no ocultó que en su opinión la LOMCE ha fracasado, generando un 28% de fracaso escolar en España, país que solo es superado en Europa por Turquía. “Pero que nadie entienda por fracaso escolar repetir curso”, matizó. Para González, el sistema educativo español tiene demasiada carga lectiva, potencia de forma muy temprana los aprendizajes instrumentales, abusa de los deberes y dota con pocos recursos y con demasiados alumnos a los profesores.
Como los padres tiene poco margen de actuación contra los defectos de la legislación (aunque las leyes se sostienen gracias a los votos de los ciudadanos, padres y no padres), González aconsejó poner especial atención en los factores relacionados con el aprendizaje de los niños en los que sí podemos actuar directamente.